jueves, abril 17, 2003

from: jmbarrera@correo.unam.mx
subject: C.A.

Empiezo a sentir una especial aversión hacia Carmen Aristegui.

Muchos la consideran la vanguardia del periodismo femenino, pero para mí no es
más que una lectora de noticias con cierta cultura general, un equipo de
asesores que trabaja horas extras y una cara que (en algún tiempo fue) bonita.

Primero la vimos en Imevisión con sus peinados de estudiante de la Universidad
Insurgentes en la década de 1980, suéteres de Tulancingo y largos y sinuosos
pendientes de fantasía. Posteriormente, la fortuna comenzó a hacerle guiños y
entró a las grandes ligas. Brotaron los espectaculares sobre Periférico donde
se leía que la libertad existía, mientras la veíamos tomando el sol junto a su
lap top en algún lugar en el que sugería estar reflexionando sobre la
complejidad de la vida política del país. Esto fue antes de que Ferriz de Con
le prohibiera entrar a su espacio de la una de la tarde en el 90.5 y la echara
casi a patadas del Grupo Imagen, del cual también era accionista.

Ante este ataque a la libertad de expresión (o ley mordaza, como les encanta a
los periodistas definir cualquier acción que vaya en contra de sus
privilegios), proveniente precisamente de uno de sus más
connotados "defensores", su popularidad continuó escalando. Mezcla de lástima y
auto-protección, diversos sectores de la comunicación y la política le
ofrecieron nuevos espacios. Había nacido una nueva adalid de la democracia.

En el colmo --y es aquí donde comienza mi repulsión-- ocupó el lugar que
correspondía a Lorenzo Meyer en el programa de análisis Primer Plano de Canal
11. Vaya una herejía. Podemos decir que la tipa ganó cierto prestigio como
conductora de los noticiarios en MVS e Imagen, así como moderadora de ciertos
debates para candidaturas a puestos de elección popular, pero, de ahí a creerse
que era la nueva Soledad Loaeza del análisis político, vaya, hay un infinito de
distancia. De hecho, me agrada cuando una verdadera académica como Blanca
Heredia, del CIDE, hace gestos de callen a esta oligofrénica cada vez que le
arrebata la palabra en la mesa de Primer Plano. Ahora cualquiera puede aparecer
en la tele y opinar sobre política con toda la soberbia de un connotado experto.

La cereza en el pastel es el hecho de que Aristegui fue la oradora principal en
el Zócalo al término de la marcha convocada por diversos senadores para
protestar contra la guerra (por cierto, un conflicto armado que ya había
acabado formalmente en el aspecto militar).

No dudo que sigamos teniendo una sobredosis de Aristegui en los próximos meses.


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