martes, octubre 29, 2002

Ray loriga.

P.-Ray, ¿todavía se siente al margen de las ilusiones comunes?
R.-Sí, casi más al margen que nunca. Conforme vas pudiendo acotar tu jardín y te va creciendo, cada vez necesitas menos del jardín de al lado. La ira puede ser menor, porque cuando empecé a escribir venía de participar en un mundo que no me gustaba, y en cambio ahora, estoy donde me gusta.

P.-¿No es más fácil renunciar a las cosas cuando ya se tuvieron?
R.-A mí no me gusta presumir de marginal, precisamente por eso: es muy fácil ser marginal cuando es una opción propia, lo difícil es cuando no tienes más cojones. Tampoco creo que uno deje de ser lo que era porque su público aumente, uno empieza a la contra y acaba teniendo público. La razón de la cultura underground es el rechazo, pero también hay mucho cuento: las obras hay que juzgarlas, los prejuicios son las razones de los estúpidos.

P.-¿Le da mucha importancia al aspecto físico?
R.-Para casarme con alguien, sí; para leer un libro, no. No creo que a Dostoievski le sentaran muy bien unos vaqueros ajustados, pero me trae al pairo.

P.-¿Y al suyo personal?
R.-Sí, al mío sí, pero no paso mucho tiempo en las tiendas. Tengo la impresión de llevar toda mi vida de escritor defendiéndome de mi estética, no le doy más importancia a mi atuendo que otros a su corbata y a su traje.

P.-En Caídos del cielo, ¿hay un homenaje al punkismo sentimental que significó la película de Dennis Hopper y antes el tema musical de Neil Young, cuyo título han ido robando?
R.-La película, claro, es una de mis referencias, me entusiasma. Parece que el cine adolescente lo inventó Tarantino, y no, hay una falta de memoria... Me interesa eso que llamas punk sentimental: me identifico absolutamente con esa especie de violencia sentimental.

P.-Ray, ¿por qué siempre elige mujeres duras pero que con cierto aspecto débil, como si demandaran protección?
R.-Yo creo que soy yo el que demanda cierta protección física.

P.-¿Pero usted no era boxeador?
R.-Eso no basta con las mujeres, las mujeres pegan golpes invisibles que no los ves venir. Tengo un gran respeto por las mujeres, "los negros del mundo", como dijo Lenon; y encima ahora dicen que el feminismo está pasado, mientras ellas siguen siendo maltratadas social y físicamente. En mi obra, la mujer nunca es un componente anecdótico o sexual ni nada similar. Me gustan las mujeres inteligentes, como me gustan los escritores inteligentes. Soy un combativo defensor de la igualdad absoluta, y no creo que las mujeres tengan que convertirse en algo tan bruto como los hombres, unos tipos con bigote que se sientan a tu lado a comentarte el fútbol. A la igualdad se llega respetando la diferencia, no imponiendo una clonación.




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