martes, septiembre 03, 2002

me he decidido a hacerme de un blog y como por ahora esta vacío le anexare un texto ya no muy nuevo.

sobre este text; lo hice pensando en mi amigo juanitobeat. Cuando trabajabamos juntos en la facultad en un laboratorio de farmacología conductual, lidereado por el Doctor Muerte (ya les hablare mas sobre este sujeto de corte británico); en aquel tiempo en que trabajabamos adiestrando ratas para que palaquearan en cajas de conducta operante, tratando de que aprendieran a discriminar eventos o señales con ciertas duraciones temporales, entonces juan comenzó su relación con la gris. la gris era y apuesto a q sigue siendo muy enrollada, cuasi-budista y buena amiga. cuando llegaba al laboratorio los sabados a medio día allí me los encontraba bajando surf de la red o alguna q otra de chico che. la gris dejo el laboratorio, después dejo a su familia y se fue a vivir a Torreón. luego a Querétaro. y mientras juan allí sin saber nada de la gris o de que sería su futura vida me dijo que compraría un coche para alcanzarla en Torreón, entonces le dije q me ofrecía a ayudarle, a conducir directo al ardoroso norte. no compro un coche, ni fuimos, ella termino con él simplemente desapareciendo, incluso cambio sus cuentas de correo. quien sabe q haya sucedido en realidad con ellos dos, yo solo recuerdo mucho un día que comíamos alitas de pollo en el laboratorio "todos juntos", la familia del lab. y estaban allí gris y juan, con sus hojas bond con gráficas de ejecución impresas y sobre ellas las alitas grasosas y ricas. estabamos allí escuchando a scott weiland, riéndonos mucho y yo creo; preparándonos para un montón de cosas q no entraban en el script.
así la gris quien sabe en donde este ahora o que haga, juan sigue escuchando jazz pero ahora desde una mac que maneja para generación.



Ella amaba a Scott Weiland, lo deseaba resplandeciente detrás de los x-ray de un obturador para placas dentales; ella andaba con un amigo mío que amaba el jazz, tanto como los espectaculares de cerveza corona aman las películas en las que aparece la arena coliseo.

Ella amaba a Scott Weiland mientras cruzaba el país en un autobús ATN, por entre autopistas, desiertos, paranoias y fantasías sobre imágenes de california que aparecen detrás de algunos envases de jugo de naranja; mi amigo deseaba encontrar un hermafrodita y coger con él. Una colección de libros de anagrama penden de su cabeza, hervideros de liendres y reseñas musicales de Chavela Vargas. Ella pensaba en Scott, en No way out, creía en el deseo cuando sus pezones se levantaban sobre la lengua de él.

El amaba a Scott pero no se lo decía a ella, si hubiesen podido, ambos cogerían con Weiland, entre fotografías de retiros espirituales Zen enterrados en Arizona o en Durango.

A veces sentían deseos de estar juntos para platicar desnudos en la cama de él, mientras su padre estaría trabajando o cruzando la ciudad en un 6 cilindros. Él sacaba una cerveza o dos, ella se escuchaba a si misma hablando sobre su karma y la estandarización de escalas multivariadas diseñadas para medir el concepto “violencia”, en niños de 8 a 12 años, originarios de Torreón, escogidos aleatoriamente bajo un programa no-probabilistico que nunca supo como programar. Él solo destapaba su cerveza, oía a Héctor Infanzón, miraba los senos de ella, sus grandes pezones oscuros y ovales, como colchonetas de hule con agua caliente.
Viajaban en metro por la línea 2, mirando hoteles, cines, autos, después transbordaban al tren ligero, se sentaban juntos, se tomaban de las manos, ella creía que uno de esos días habría de suceder algo interesante mientras sentía su mano acalorada y cubierta de sudor pastoso; él deseaba cogérsela dentro del vagón frente a todos.

A ella no le atraía sexualmente él, a él solo le atraía sexualmente ella. Ambos amaban a Scott Weiland, ambos se excitaban en imaginarlo a su alrededor, quizá como en doom generation; le llamarían X a Scott, le besarían los ojos, felarían en una habitación pagada por ella.



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